Destruida la alianza formada en Londres entre Inglaterra, España y Francia, y dado que esta última potencia tenía planes ulteriores, tales
como intervenir en la política mexicana
imponiendo un gobierno extraño y aprovechando su
influencia y apoyo en la obtención de amplios beneficios, principalmente
económicos, los comisionados franceses, auxiliados por monarquistas y
conservadores mexicanos, se aprestaron a actuar. En vez de retirarse hasta Paso
Ancho, como se habían comprometido por los preliminares de La Soledad, se
quedaron en Córdoba, pretextando que el gobierno juarista que afirmaba era el
de la minoría opresiva, trataba, a base de un sistema de terror sin ejemplo, impedir el
régimen que anhelaba. También señalaban que no se retiraría, pues tenía que
proteger a sus soldados enfermos que se halaban en varios hospitales, y los
cuales se habían comprometido a prestar auxilio y a otorgarles toda suerte de
protección el general Ignacio Zaragoza, que había sido nombrado jefe de
las armas mexicanas. Lorencez, aconsejando
por Saligny y Almonte, y desacuerdo con las instrucciones del emperador
surgidas de falsas informaciones trataba a toda costa subir las tropas a la
meseta, tanto para preservarlas de las fiebres tropicales como para impresionar
a lapoblación a través de un avance fácil y
victorioso. Creía, además, que ese hecho obligaría a la población moderada a
decidirse a desconocer la administración juarista y a darse una
forma de gobierno diferente, eligiendo también un jefe que podría ser el
general Almonte y no Doblado, destacado liberal en quien se había pensado en
vísperas de los preliminares de La Soledad.
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